Mi primer comentario se dirige principalmente a gente mayor y el segundo a los jóvenes. ?Por qué? Porque tiene que ver con el tiempo, con la calidad, con la ética. Porque la gente que vivió despues de la Segunda Guerra Mundial, hace cincuenta años, tuvo la oportunidad de conocer productos durables, de buena calidad, que no se deshacían entre las manos. A los jóvenes les ha tocado vivir una época en que todo es desechable; casi me atrevería a afirmar que las relaciones humanas también entran en esta aseveración. Un carro viejo está hecho con lámina y el propio dueño, sabiendo un poco de mecánica, podía o o puede arreglarlo. Lo mismo podríamos afirmar de las telas, los zapatos, etc., que se producían en la época de la posguerra. El mundo había vivido una gran crisis y la necesidad de proteger lo que se poseía era evidente para quienes sufrieron la carencia de todo.Pero esos tiempos quedaron atrás y la ciencia, con su brazo armado, la tecnología, recorrieron nuevos caminos que nos llevaron a la utilización de fibras sintéticas, plástico, colorantes y saborizantes químicos, el almacenamiento de óvulos y espermatozoides humanos para la fecundación artificial, etc., y una mentalidad de desperdicio que representa claramente las expresiones de "úselo y tírelo" y "desechable". La riqueza y la pobreza adquirieron nuevo rostro, y actualmente el poseer un carro del año, hecho de fibra de vidrio, computarizado, de gran potencia y línea aerodinámica, significa status. La brecha entre los poseedores y los desposeídos es cada vez mayor.
?Por qué hago estas reflexiones? Porque deseo referirme a la naturaleza, a la forma en que el ser humano se relaciona con ella actualmente, a cómo la explota... y hacia dónde nos lleva esta carrera suicida, ya que los ejemplos anteriores se refieren a la presión que el hombre actual ejerce sobre los recursos del planeta. Muchos afirman que esta explotación desmedida se debe al exceso de población, porque, afirman, ya somos muchos. A esta posición se le llama neomalthusianismo y su reflejo más claro está en los países pobres, en donde la población padece políticas que buscan reducir el índice de natalidad, cuando una de las mayores riquezas del hombre siempre ha sido su fuerza de trabajo. El problema es que los hombres piden un salario para su manutención junto con sus familias, y las máquinas computarizadas pueden sustituirlos con mucha ventaja económica.
El problema entonces no sería exclusivamente social, sino económico y ético. Es decir, el dueño de la tecnología de punta (como ahora se le llama), buscaría reducir su número de empleados y por lo tanto, sus costos de producción. Y no es casual que los países desarrollados sean los que encabecen las políticas de control de la natalidad, pero no en sus territorios, sino en donde tienen las materias primas de las que abastecen su producción. El desempleo, como lo estamos viviendo en México y muchos otros países en la actualidad, es un importante agente de descontento y por lo tanto, de inestabilidad política, lo que puede amenazar los intereses de las grandes compañías transnacionales.
Esta forma de desarrollo es la que la humanidad ha venido consolidando en la segunda mitad del siglo XX, propiciando también que más de la mitad de la población mundial se encuentre en la pobreza. Y yo preguntaría ?es esto ético? ?Es justo? Algunos cuantos pensarán que sí y la mayoría pensará que no, ya que los primeros hablarían por su propio beneficio y los segundos en función de su padecimiento. Pero yo repetiría la pregunta dejando de lado el aspecto económico y tomando como parámetros los intereses planetarios, es decir, en funcion de los recursos que son finitos, como ahora hemos aprendido.
Si le llamamos la atención a alguien que deja una llave de agua abierta, seguramente se molestará pues es obvio que no ha comprendido todavía que su conducta está causando un grave daño al mundo entero. El volumen de líquido que consumimos y contaminamos en la actualidad, no puede ser recuperado por la naturaleza, y así encontramos ríos y mares llenos de desperdicios de toda índole. Si le hiciéramos la misma observación al dueño de un hotel de gran turismo o cinco estrellas, yo me pregunto cuál sería su reacción ya que el cliente paga por hacer un uso dispendioso de los recursos: jacuzzi, campo de golf, albercas, cascadas artificiales, etc. Lo más probable es que ese empresario esté pagando altos porcentajes de impuestos por el uso de agua, energía eléctrica, etc., porque un principio que cada vez tiene más aceptación es el de "quien contamina, paga". No obstante, esos servicios son necesarios también para la población que seguramente no tiene la capacidad económica para realizar un gasto así. Pero aun si la tuviera, ?sería correcto?
El problema es que hemos llegado a una encrucijada al final de este siglo y este milenio: o modificamos nuestros hábitos y, por ende, nuestra forma de producir, o en cincuenta años las consecuencias serán violentas. No sólo por los efectos de la contaminación que producimos, sino de la misma existencia de los recursos. Como ejemplo, quiero señalar que las reservas conocidas de petróleo en México están calculadas para 50 años. ?Y después? No creo que nos sea difícil imaginarnos lo que sería del país sin combustible para moverse y producir.
Nuestra deuda externa y la corrupción que sexenalmente nos desangra, no permite que podamos adquirir o desarrollar a nivel de investigación, nuestra propia tecnología y la sustitución de energía tradicional por otra alternativa. Es más fácil para nuestros gobiernos (y más barato al corto plazo) seguir explotando campos petroleros que aprobar la inversión en propuestas que sí se hacen por investigadores mexicanos (carros eléctricos, por ejemplo), pero que chocan con los intereses de los grandes monopolios automotrices (norteamericanos, europeos, japoneses), aunque éstos ya estén trabajando sobre esos aspectos. Tampoco es un secreto para nadie nuestra dependencia nacional, en casi todos los rubros, de las políticas de los países ricos (llamada ahora globalización). Tal vez sirva de consuelo saber que no somos los únicos, de lo que la ley Helms-Burton es un claro reflejo.
Nuestro mercado turístico tradicional es el de Norteamérica, principalmente de los Estados Unidos. Es por eso que la política del sector y la infraestructura de nuestros destinos, se orienta a satisfacer ese perfil y el gigantismo (megaproyectos) que caracteriza los sueños del american way of life encuentra su materialización en marinas, albercas, hoteles, etc. Pero también provoca las consecuencias que los vecinos del norte están sufriendo: la degradación de sus recursos. Aun cuando es verdad que las políticas de desarrollo actual exigen estudios de impacto ambiental para cualquier proyecto turístico, la mordida o la falta de expertos en ese campo, facilitan que los suelos, los bosques, los mantos acuíferos y la atmósfera, amén de la fauna y la flora, se vean afectados gravemente. Cancún (y en poco tiempo Quintana Roo) son la mejor demostración de estas afirmaciones.
El desarrollo sustentable es una estrategia propuesta en 1987 por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y que plantea un principio ético: "es el que propicia el desarrollo de la generación presente sin comprometer la capacidad de la generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades". O en otros términos, es la forma en que los hombres y mujeres del presente pueden usar los recursos que son patrimonio de la Humanidad, sin derrocharlos, a fin de que nuestros descendientes encuentren un mundo por lo menos semejante al que tenemos nosotros. ?Lo estamos haciendo? No. Ni a nivel individual, regional, nacional o mundial.
Si la ética es "Parte de la filosofía que trata de la moral y obligaciones del hombre" es evidente que nuestra conducta no sigue los principios que plantea el desarrollo sustentable. Tal vez haya quien piense que la economía no tiene moral y que sus responsabilidades llegan hasta el límite de su hogar y de su familia. Sólo que este enfoque, comprensible en los albores de este siglo, en la actualidad es insostenible porque todos sabemos de la interdependencia que existe entre todos los seres del planeta y con su entorno. Un mundo de pobres no es garantía para que los hijos de ricos puedan crecer sin preocupaciones. Un medio sin recursos no permitirá que se puedan obtener de otra fuente, ya que sólo la Tierra tiene los satisfactores que el hombre necesita para vivir.
No estamos aislados, dependemos de la producción y relaciones que se dan entre todos los países del mundo y todos los seres del planeta. El ejemplo de la Helms-Burton, como decía antes, evidenció que no sólo México, Cuba o Latinoamérica, podían verse afectados por la disposición unilateral de un país. Nuestra conducta y nuestros intereses son interdependientes y así como en un condominio quien no cumple con sus obligaciones, afecta a todo el resto, así la Tierra, nuestra única casa, se ve afectada cuando el hombre no cumple con sus obligaciones ni observa una conducta moral, no sólo en términos religiosos sino sociales, económicos y ecológicos. Es decir, cuando no se comporta de manera ética lo que se traduce en el corto plazo en violencia, inseguridad e injusticia y en el mediano y largo plazos, en un mundo inhabitable.
(Autor: Jorge Chavez de la Péña)